
La escena en el Volcadero Municipal de Paraná refleja una realidad cruda y preocupante. Entre columnas de humo y montañas de basura, se mueven camiones municipales, mientras trabajadores informales —y hasta caballos— hurgan entre los desechos en busca de alimento.
La exposición constante a contaminantes, sin ningún tipo de protección, implica un riesgo inminente para la salud de quienes sobreviven en ese entorno.
“Vivimos con esto todos los días. Es imposible acostumbrarse”, dijo el referente barrial Roberto “Oreja” Gómez, con el rostro ennegrecido por el hollín y la resignación marcada en su expresión.
